miércoles, 2 de agosto de 2017

CIENCIA Y CIENTÍFICOS. SER Y TENER.


Ser científico supone responder a un deseo, el de saber, y aceptar que el acceso al conocimiento es factible en determinadas áreas, no en todas, mediante la aplicación del método científico, esencial para poder entender y opinar sobre resultados científicos, algo muy olvidado en la enseñanza y divulgación de lo que es la ciencia.

El avance de la ciencia implica necesariamente la comunicación del conocimiento logrado, algo que actualmente se hace principalmente a través de las publicaciones en revistas especializadas. Pero esta necesidad, que es el efecto final del interés científico, está pasando desde hace años a constituirse en motivación esencial de la carrera de profesionales de muy diversas disciplinas (no sólo científicas).

Se está confundiendo así al científico con un productor de publicaciones, a la vez que se tiende a olvidar muy seriamente el rigor que supone el método científico. De este modo, el afán epistémico es asfixiado por el interés obsesivo por un curriculum basado en el número y la supuesta calidad de las publicaciones realizadas; ambos elementos son tristemente cuantificados en forma de factores de impacto, índices “h” u otras medidas bibliométricas. 

Tal contexto pervierte la actitud de muchos investigadores, haciendo que su objetivo no sea el conocimiento sino la publicación, cada vez más separados. Se asiste de ese modo a una sobreabundancia de publicaciones, la inmensa mayoría de las cuales es perfectamente prescindible, a la vez que aumentan las que ofrecen resultados no suficientemente contrastados. Si lo único que realmente importa es publicar, se publicará, llenando las revistas de ruido, de falsedades por falta de reproducibilidad y, a veces, incluso de puro fraude. 
 
Pero ese exceso de ruido y falta de ciencia auténtica no se da por igual en todas las áreas. Predomina en Medicina, incluso en la más "científica", la llamada MBE, Medicina Basada en la Evidencia, o en pruebas como dicen los puristas, porque tal evidencia muchas veces es construida en vez de hallada. Para lograrla, la herramienta estadística es esencial, pero no siempre se emplea bien, ni al principio, por sesgos a la hora de establecer grupos de comparación, ni al final, a la hora de presentar las conclusiones (no es lo mismo, por ejemplo, resaltar un riesgo relativo que uno absoluto). Teniendo en cuenta que no escasean los conflictos de interés, pasa de todo a pesar de una apariencia metodológica correcta. 

Incluso con corrección metodológica, es habitual asumir una relación entre variables cuando la probabilidad, "p", de que los efectos se deban sólo al azar es baja (“p” menor de 0.05). Pero esa baja probabilidad bien puede ser insuficiente; basta con compararla con el nivel exigido en física de partículas en donde el resultado se acepta cuando “p” es mucho menor, un valor inferior a 0,0000003 o lo que se conoce como 5 sigma . Es concebible que llevar ese concepto de 5 sigma al contraste estadístico en Medicina permitiría establecer conclusiones más claras con menos falsos positivos, pero implicaría también mucho más trabajo riguroso. 

Un ya viejo lema dice “publish or perish”. Lamentablemente sigue siendo un hecho que, si un investigador no alcanza un nivel de “impacto” determinado en sus publicaciones, pueda en efecto perecer académica o incluso laboralmente. Pero, a la vez, con tanto “publish” es la propia ciencia la que perece en gran medida, sucumbiendo a un exceso de ruido.

¿Qué hacer? La política científica puede priorizar campos de investigación y decidir el dinero asociado a ellos, pero la buena ciencia sólo parece factible como un proceso que Guillermo Fernández Navarro califica, también para la divulgación de ella, de transformación y no de adaptación  Algo que difícilmente se podrá realizar bajo fuertes restricciones burocráticas y bibliométricas.

Quizá no precisemos tantos científicos sino sólo los que puedan permitírselo, los que nos podamos permitir, porque será difícil que alguien presionado laboralmente pueda investigar con un mínimo de libertad. Y es desde la libertad que se han conseguido importantes descubrimientos, o no tan llamativos, pero que propiciaron aplicaciones metodológicas de gran interés. Por ejemplo, las restrictasas, la hibridación celular o la proteína fluorescente verde, fueron en su día ejemplos de “curiosidades” que quizá no merecieran ser financiadas, pero su valor se mostró cuando se desarrollaron las técnicas de ADN recombinante, cuando se obtuvieron anticuerpos monoclonales o cuando se pudieron marcar proteínas concretas en células vivas. Algo parecido está ocurriendo con las técnicas de edición genética. A veces, la transición entre el juego y aplicaciones importantes es sutil.

La investigación científica requiere honestidad y rigor, algo que implica más cooperación que competitividad, más calma que prisa, más repetición que prioridad, menos publicaciones prometedoras y más resultados consolidados, menos ruido y más nueces. 
 
Eso supone educación y ética. La ética parece sugerir que, si no se puede hacer buena ciencia, mejor será dedicarse a otra cosa. La educación debe fomentar el pensamiento crítico que supone el método científico, más que limitarse a estudiar los grandes resultados a los que ha conducido. 
 
Al final, cualquier joven que se interese por la ciencia debiera elegir entre tener o ser. Entre luchar por tener un curriculum brillante basado en el sistema actual, bibliométrico, o tratar de ser un buen científico que persigue el conocimiento, con independencia de que, de su búsqueda, se deriven muchas o pocas publicaciones y de que éstas sean recogidas o no en las principales revistas. No son opciones incompatibles pero raramente coinciden

Agradecimiento: Quiero expresar mi gratitud a Guillermo Fernández Navarro, consultor de proyectos museísticos de ciencia, por proporcionarme frecuentes publicaciones relacionadas con su campo, una ardua tarea con la que intenta mostrar la ciencia como proceso de transformación y no de adaptación. 

12 comentarios:

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    1. Sí, Jaume. Ser. Pero creo que lo tuvimos más fácil en nuestra época.
      Un abrazo,
      Javier

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  2. A propósito del valor 'p' en investigación médica, John Ioannidis (el de "Why Most Published Research Findings Are False") señalaba que cuando las mediciones son imprecisas, como las puntuaciones en escalas (tipo PANSS etc.) el valor 'p' de 0,05 está completamente fuera de lugar. Proponía algo así como 0,0002 (ahora no encuentro el link). Pero se sigue publicando con toda la 'evidencia' que requiere el publicador.

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    1. Sí. Es algo que se ha impuesto y ahí ha quedado, de modo arbitrario y sin discusión, excepto casos como el que citas (muy relevante, por otra parte). Con 0,0002 creo que andamos por 3.5 sigma. Si encuentras el link, te lo agradecería; me gustaría conocer por qué llega a esa conclusión.
      En cualquier caso, parece claro que 0.05 facilita enormemente los falsos positivos, tanto los reales como los que resultan de un maquillaje (algún outlier eliminado o cosas así).
      Muchas gracias por tu comentario.
      Un cordial saludo,
      Javier

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  3. La era del científico por amor a la ciencia ha terminado y no por falta de amor, sino por falta de recursos economicos, porque también los científicos comen.

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    1. Apreciado Juan,
      Ese es el problema que tenemos. Todos. Los investigadores y la ciudadanía en general. Y no veo una solución fácil precisamente porque todo está muy enquistado.
      Y ocurre que la culpa parece provenir precisamente de científicos instalados en el poder (académico o claramente politico) que podrían hacer algo por cambiar las cosas. Pero no parece que estén por esa labor.
      Conozco a personas que dirían lo mismo que tú y yo no soy quien para decirles que eso está mal; al contrario, es el "peaje" que a día de hoy hay que pagar por poder investigar. Pero también percibo en ellos un deseo de cambio. Esto no puede seguir así.
      Y es que, además, hay que pagar directamente en dinero. Por ejemplo, hace años la dificultad de una tesis en Medicina (auqnue siempre fueron más fáciles, creo, que en ciencias) residía en el propio trabajo de tesis. Ahora la dificultad es previa y costosa, y también posterior: haz un máster, paga la pasta que te piden y luego búscate la vida, es decir, alguien a quien no le moleste que hagas la dichosa tesis.
      Gracias por tu matiz, crucial.
      Un cordial saludo,
      Javier

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  4. Curiosamente la evolución de la carrera científica profesional en la actualidad -sus problemas de fondo, las bifurcaciones, los caminos por los que discurrir, la definición de la propia identidad- presenta muchos paralelismos con los que atraviesa la profesión del divulgador científico profesional, especialmente del que trabaja en museos de ciencia. Al respecto las aportaciones que está haciendo Guillermo Fernández son esenciales. La necesidad de contar con un código deontológico claro, la exigencia de una base teórica y metodológica firme, la importancia de respectar los lenguajes que le son propios a la museología, la apuesta decidida por transformar al público antes que entretenerlo de forma superficial y las más de las veces frívola, lo perentorio de fijar bien nuestra identidad siendo fiel a los orígenes y no siendo carne de cañón de modas que desfiguran lo que realmente se por vender más entradas, apostar la buena gestión estratégica, por la formación adecuada, por hacer buena cantera y no deslizarse por el callejón sin salida del outsorcing... y equilibrar el desequilibrio que vivimos a menudo en los museos de ciencia donde se divulga mucho conocimiento científico y muy poco método científico que ha sido la clave con la que se ha generado lo primero.

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    1. Apreciado José Antonio,
      En tu comentario, que agradezco mucho, así como la referencia que en él haces a Guillermo, hay algo que me parece adecuado resaltar. Por un lado, el interés "por hacer buena cantera", algo que sólo, exclusivamente, se conseguirá corrigiendo ese desequilibrio que señalas a continuación: "se divulga mucho conocimiento científico y muy poco método científico". Creo que esa es la clave esencial.
      Un cordial saludo,
      Javier Peteiro

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  5. Estimado Javier:

    Anoche dejé un comentario, pero ha desaparecido o estará en la nube o tomando cañas. Esta mañana he escrito otro. Pero tampoco logro que salga a la luz en su blog. No resignándome, se lo mando, con el ruego de que lo publique. Me ha gustado su escrito porque ha definido muy bien la poca calidad de muchos artículos con pretensiones que son pura bagatela, y aunque compartimos esa defraudación no bajamos a precisar qué es lo que en esos artículos defrauda. Y ha coincidido que recientemente he tenido que trasegar muchos de ellos y a marchas forzadas por un asunto que no viene al caso.


    Fantástica la historia de las proteinas de la medusa. La estructura que permite la fluorescencia tiene algo de misterio salvaje y matemático, de cesto de mimbre alambicado. Aquí dejo un enlace al laboratorio del Nobel Tsien, en la universidad de San Diego, California, EE.UU, donde puede verse la estructura molecular de la proteina fluorescente verde. Lleva usted toda la razón. Anoche dejé un comentario pero no sé dónde ha ido a parar. Junto al azar, en la obtención de relación entre variables, que usted tan acertadamente ridiculiza, no es menor la rudeza basta de los razonamientos, en especial, en la selección de las variables comparadas, además del sesgo reduccionista con que suelen comenzar. Me refiero a la grosería en el análisis de las relaciones establecidas entre variables, que en muchas ocasiones, a pesar del autor, o no pueden establecerse o están vinculadas en la realidad, en el mundo concreto, de otro modo. Un error infantil que se repite es que si dos sucesos, o tres, coexisten, han de estar relacionados, dando por bueno con demasiada ligereza cual sea la naturaleza de esa relación. Para acabar, muchos de esos artículos terminan igual: El tamaño pequeño de la muestra requiere de nuevos estudios para la validación de las conclusiones indiciarias de este estudio. Este estudio ha sido financiado con los fondos abisales donde habita la medusa Aquaria y ha sido aprobado por el Comité de Bioética de la Comisión Interterritorial del Observatorio Perpetuo para la Prevención del Uso No Igualitario del Lenguaje y la Lenguaja. En suma, D. Javier, un patio de Monipodio, por arriba, lo digo por los miembros de los muy variados Observatorios, que ya no miran las estrellas sino como permanecer sentados, a pesar del cambio climático; y tasca de buscavidas, por abajo. Como dice D. Juan García, si no pudiéramos freír churros, ¿de qué íbamos a vivir?

    Eduardo Carbonell

    http://www.tsienlab.ucsd.edu/Images.htm



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    1. Apreciado Eduardo,
      Dadas esas dificultades, me he permitido yo incluir personalmente su interesante comentario.
      Lo agradezco mucho, así como el enlace a esas imágenes, entre las que veo también los "quantum dots",algo que no se quedó en manos de químicos o físicos sino que también es usado con éxito en el marcado de componentes de células vivas.
      La "rudeza basta" abunda, por desgracia. Es basta y vasta. Incluso en la vida cotidiana vemos cómo, en Medicina, se confunde, con una facilidad apoyada por intereses comerciales, una relación estadística con una relación causal, convirtiendo a marcadores y factores de riesgo en auténticas enfermedades (los "enemigos silenciosos" se dice) a tratar, cueste lo que cueste.
      Los tamaños muestrales pequeños a veces lo son por necesidad (caso de enfermedades raras), pero, en general, son fruto de las prisas. Si tengo una p < 0.05, ya está; si se trata de algo irrelevante pero publicable, bien, y si es relevante, mejor, ya habrá otros que lo repitan.
      Hay algo claro que muestra, a mi parecer, la seria implicación de usar un nivel de 2 sigma: la necesidad de meta-análisis, e incluso de meta-meta-análisis.
      La conclusión es la que indica con el tragicómico (por realista) ejemplo de la medusa... y el meduso.
      Esperemos que, aunque sea poco a poco, la sensatez se vaya imponiendo en este "patio de Monipodio".
      Un afectuoso saludo,
      Javier

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  6. Amigo Javier:
    Después de leer tu última aportación al Leteo, "Ciencia y científicos.
    Ser y tener", recordé una frase leída hace más de 30 años!, de un
    libro (seguro ya que conoces) de Anthony Wilder, "Sistema y
    estructura" (Alianza Un,, 1979), en cuya Introducción (El Discurso
    científico: el conocimiento como mercancía), entre otras cosas (sin
    olvidarse del "contexto") afirma:

    "Todo conocimiento, sin excepción, es instrumental" "Para qué y por
    quién es utilizado dicho conocimiento?"

    La "unidad de conocimiento" en la Universidad, está, en general,
    completamente vacía de significado y esencialmente desprovista de
    valor. La función que tiene es sencillamente la de "mantener la
    homeostasis en el `establishment´ académico".

    Alguien -dice- sugirió hace unos años que lo primero que habría que
    pedirle a alguien que quisiera obtener el Doctorado en Filosofía
    debería ser el "exigirle no publicar `nada´ durante diez años por lo
    menos".

    Un fuerte abrazo.
    Fidel Vidal

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    1. Querido Fidel,
      Gracias por la aportación de esa frase con la que seguro que ni tú ni yo estamos de acuerdo, pero que cobra triste vigencia en la Universidad, a la que aludes y, en general, en todos los órdenes.
      La exigencia de "no publicar", especialmente en Filosofía, durante un largo período de tiempo, me parece acertadísima. La Medicina hubiera avanzado lo mismo o más si se publicara sólo el 1% realmente relevante de todo lo que se publica.
      Un abrazo,
      Javier

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