martes, 22 de diciembre de 2015

¿Y si…?


Muchos “comics”, antes tebeos, divierten a niños mostrando las aventuras de personajes fantásticos. Rizando el rizo, en un tiempo se popularizaron unos historias ilustradas bajo el nombre genérico “What if…” que fantaseaban a su vez sobre qué les ocurriría a esos héroes en circunstancias muy diversas, por ejemplo, en un cambio de época, en un encuentro con otros personajes, etc.

La imaginación permite esos juegos no sólo en el ámbito del comic. También en el de la ficción llevada a la ciencia o a la historia. ¿Qué pasaría si… ? Si no hubiera caído Roma, ¿tendríamos una ciencia mucho más avanzada? ¿Si la radiación del cuerpo negro no fuera vista como un problema interesante, tendríamos la mecánica cuántica? Pero también, ¿habría una segunda guerra mundial si Hitler hubiera sido admitido en la Academia de Bellas Artes de Viena?

Esas e innumerables preguntas más son tan aparentemente interesantes como inútiles, porque sólo hay una historia y, aunque responda en gran medida a lo contingente, es la que es, sólo visible en pasado, no modificable; carece de sentido imaginarla de otro modo, aunque sea importante conocerla para estar advertidos de lo que puede repetirse. Una advertencia a la que, sin embargo, nunca se le hace el menor caso.


Esa pregunta no sólo carece de sentido ante la Historia, ante lo colectivo.  También ante lo biográfico. ¿Qué ocurriría si hubiera aceptado aquella oportunidad? ¿Y si no hubiera elegido mi profesión, mi pareja, la ciudad en la que vivir… etc, etc.?  ¿Y si…? ¿Y si…? Una pregunta que se reitera demasiadas veces ante encuentros casuales, ante frustraciones, ante sueños, insistiendo en una nostalgia inútil de lo no vivido.

Hay quien dice que le gustaría volver a la juventud sabiendo lo que sabe por su experiencia vital, pero quien eso manifiesta sólo expresa una gran ignorancia sobre sí mismo. En el hipotético caso de lo que parece imposible, un viaje en el tiempo, alguien que hace tal afirmación haría lo mismo que hizo con su vida. Exactamente lo mismo en lo esencial. En realidad, mucha gente, sabiendo lo que sabe, sigue y seguirá haciendo lo mismo en el futuro, en una repetición incesante de lo peor.

Sucede que el “¿Y si…?” es una pregunta sin sentido porque nos supone mucho más libres de lo que en realidad somos, pues ocurre que estamos determinados, no tanto porque nuestros genes o los astros lo digan, cuanto por la propia biografía construida en lo familiar, por el niño que permanece en nuestro interior aunque nos hagamos viejos, por todo eso que desconocemos de nosotros y que, aunque dejándonos libres en cierto grado y responsables siempre, nos determina.


Saber de eso, de lo inconsciente en nosotros, sí permite un modo de hacer mejor con la propia vida en el presente, en el futuro que nos quede, y realza a la vez el absurdo de la pregunta “¿Y si…?” referida a nuestro pasado, a la vez que muestra su gran posibilidad cuando se enfoca al presente y al futuro personal y colectivo. 


Podemos construirnos y reconstruirnos y, a la vez, influir, aunque sea muy poco, en la Historia. Pero ese saber requiere, como el lenguaje, del encuentro con nosotros mismos en el otro especular. Por eso, la filosofía no necesariamente libera a quien a ella se dedica, pudiendo facilitar paradójicamente la vida de los otros. Tal vez en eso radique la diferencia entre filosofía y psicoanálisis, porque, en el fondo, no somos tan racionales como creemos y mucho más inconscientes de lo que suponemos.

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