viernes, 20 de enero de 2017

MEDICINA Y PSICOANÁLISIS. Tener un sueño, asumir el deseo.



Es frecuente que cuando uno es niño, adolescente o muy joven, oiga la pregunta, esa que se considera crucial. ¿Qué quieres ser? 

Una cuestión mal formulada porque, en general, se refiere al quién más que al qué. Se trata de responder quién quiere ser uno por un rol profesional a ocupar. Se dirá que ser médico, ingeniero, empresario, sacerdote o carpintero. Casado o soltero. O que aun no se sabe. Pero ni quien pregunta ni quien responde dudan de que se trata de eso, de ser alguien. Y un alguien es quien se define por su nombre, por su profesión, por su status, por una serie de propiedades, por ser elemento de un conjunto, elemento único, nominal, pero elemento al fin, similar a muchos otros elementos.

La pregunta supone la aspiración a algo grande asociado al rol social, la felicidad. Nada menos que la felicidad; la gran meta que se ha hecho en la práctica obligatoria. Se trata de eso, de ser feliz haciendo algo, constituyéndose en nueva familia, con una contribución personal a la sociedad, disfrutando de lo que se gana por un trabajo bien hecho o incluso sin hacer propiamente nada, tan es así que hay quien responde diciendo simplemente que quiere ser famoso. Numerosos libros de autoayuda pretenden facilitar el acceso a ese fin, a la felicidad. 

La pregunta está mal formulada porque atiende al quién pero es correcta en su expresión porque resulta que lo fundamental es el qué y no lo que puede encuadrarse bajo un conjunto de propiedades. El interrogante ¿qué quieres ser? podría formularse de un modo más simple y más desafiante: ¿quieres ser? Porque se trata de eso para cada uno, de ser. De ser con, de ser en, pero de ser a fin de cuentas. ¿Qué quieres ser? apunta al qué, a la cuestión esencial, que podría formularse de otro modo, ¿cuál es tu deseo? 

Parece simple, pero no es fácil responder al deseo esencial. No lo es porque suele revestirse de ocultación neurótica que remite a un síntoma. No lo es porque tampoco lo es asumir el vértigo de la libertad a la que Sartre nos decía condenados. 

Sin embargo, pronto o tarde, el deseo es mostrado o intuido y, con ello, nuestra responsabilidad aparece; como culpa revestida de depresión, como angustia ante lo real desconocido pero próximo, ante eso siniestro, eso a lo que Freud dedicó un ensayo, “Das Unheimliche”. Angustia brutal, angustia a atravesar.

Lo racional puede al fin ceder de la buena manera a la expresión mítica, mística incluso, que apunta a lo más propio, a lo más real no verbalizable. San Agustín decía que nuestro corazón no descansaría hasta que lo hiciera en Dios. Es un modo de expresarlo. Abundan los modos, siempre poéticos o plásticos; no podrían formularse de otro modo.

A veces el deseo se muestra como realizable, como posibilidad ética a desarrollar. Tan difícil y a la vez tan clara que sólo bajo la forma de ensoñación es expresable. Tenía razón Martin Luther King cuando se refirió a su sueño. Soñar es aspirar a lo mejor real. Freud ya nos indicó la relevancia de los sueños, de la ensoñación despierta que supone la asociación libre. Parece obvio que el sueño sea la mejor palabra para expresar el deseo que se siente como constitutivo y dispuesto a desplegarse en un sujeto más libre. “I still have a dream”, dijo Luther King. Aun, todavía, tenía ese sueño. Y lo dijo, lo desarrolló como discurso realista, de un habitar poético que diría Hölderlin. No cabía mejor expresión porque, si el pensamiento imagina la utopía que se hará siempre pragmáticamente distópica, el sueño apunta al deseo radicalmente humano realizable, a la gran posibilidad ética, la que no tiembla ante la muerte.

El deseo, el de verdad, siempre se asocia a lo erótico, a la pulsión vital. Y eso requiere afrontar la tragedia asociada al hecho de vivir, la esperanza desesperada en que lo bueno posible será realizable.

La creencia nos sostiene porque no podemos vivir sin el mito siendo como somos simbólicos. Sólo se trata de no caer en los malos mitos, como es hoy el cientificista del progreso imparable. Lo cantó muy bien el grupo ABBA en un tema que aludía precisamente al sueño, un sueño que sostiene la creencia angelical (“I believe in angels"): I'll cross the stream, I have a dream”. No se trata de cruzar el Rubicón asociado al afán de poder sino el río de la propia vida, el que siempre estuvo ahí, para cumplir el propio destino, el de la difícil libertad que requiere el deseo: “And my destination makes it worth the while”. Un instante es eterno. La eternidad es sin tiempo, como el instante. 

El deseo se oculta por la neurosis propia pero también por la social, por la oficial podría decirse, por la que ve como síntoma todo lo que crea infelicidad y que propicia terapias de sosiego que pueden ser tan calmantes como inhumanas.

La aparente transparencia actual sólo sirve con demasiada frecuencia para ocultar profundamente lo que puede hacernos humanos, lo que precisamos para ello, el deseo. Ningún avance educativo o médico será tal si sólo contribuye a apaciguarlo, alienándonos. 

10 comentarios:

  1. Muy buen artículo. Gracias por compartirlo.

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    1. Con tu fino anàlisis ¡como alcanzas el núcleo! Si es cierto que no podemos reducirnos a los instintos, es imprecindible que vivamos con deseos: el deseo de vivir auténticamente, y para ello de ser: aquello que deseamos verdaderamente ser, sino no hay posibilidad de felicidad. Pero tal vez, un paso más allá, en la sabiduría de NO-SER podría radicar la esencia de la existencia.
      Felicidades un abrazo Jordi Traperho

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    2. Muchas gracias, Jordi.
      Ese "paso más allá", al que te refieres, parece lo esencial. Hay en lo que indicas una clara resonancia mística que evoca lo que pueda tener en común el M. Eckhart con el hinduismo. Tantos a lo largo del tiempo y el espacio que se abandonaron a lo único que basta.
      Al final, la nada y el todo se confunden y el lenguaje no es suficiente.
      Un abrazo,
      Javier

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  2. No tengo una formación en psicoanálisis, disculpa las burradas que pueda decir. Siempre que he intentado comprender el concepto "deseo" me he encontrado con que es una palabra tan abstracta y variable que me resulta odiosa. Es tan intangible que parece pensada para hacerte sentir mal ¿Cuál es tu deseo? pues no lo se. Supongo que si llegásemos a un lugar en donde se nos conceden, no nuestros deseos, sino nuestro deseo, un poco al estilo de la Zona de la película Stalker de Tarkovsky, nos daríamos cuenta de nuestra impotencia para formularlo. Aquí en Ecuador existe un sentido de destino muy acusado. Dios o la vida te va dando lo que necesitas. Nosotros tomando pequeñas decisiones vamos configurando ese espacio en el que nos sentimos cómodos. Desgraciadamente no puedo materializar al 100% lo que me apetece. El deseo, así en bruto, sería algo como muy platónico, y claro, para un biólogo, que siempre tenemos esa cosa aristotélica de fundir idea y materia, es un terreno en donde no nos encontramos a gusto.

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    1. Muchas gracias, Esteban, por mostrar de un modo tan claro esa íntima relación entre destino y deseo, contrastando con esa supuesta ignorancia que indicas y que es más bien, en realidad, docta ignorancia, la que nos permite empezar a andar desde el reconocimiento de un no saber esencial.
      No se trata de saber propiamente, no al menos en el sentido filosófico, sino de asumir precisamente la ignorancia socrática, aceptar que no sabemos, a pesar de lo cual estamos dispuestos, no obstante, a la aventura de interrogarnos por la vida, por nuestro papel en el mundo que, a fin de cuentas, no difiere, cuando es auténtico, del que muestras: "tomando pequeñas decisiones vamos configurando ese espacio". De eso se trata, de ir configurando un trozo de mundo, de hacerlo mejor. Sintiendo la impotencia humana a la que aludes.
      Hay algo que aprecio sinceramente en tu comentario. Dices que la palabra deseo es "una palabra tan abstracta y variable que me resulta odiosa". ¿A quién no? Subrayarlo por tu parte me hace suponer que este post no ha sido totalmente inútil.
      Un abrazo,
      Javier

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  3. Mata la hombre quien mata su anhelo, los deseos deben ser ocultos pues nos va la vida en ellos. Gracias por el Blog,siempre es un estímulo y un placer leerlo


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